CUENTO 9. Cómo Sobreviví a 60 Mudanzas. Capítulo 2°.
CUENTO 9
CÓMO SOBREVIVÍ A 60 MUDANZAS
CAPÍTULO 2°
CÓMO SOBREVIVÍ A 60 MUDANZAS
CAPÍTULO 2°
Séptima Mudanza:
En Ciudad Bolívar me acogió mi cuñada en su casa pero mi hermano menor no vivía con ella y sus 2 hijos porque trabajaba fuera de ese Estado. Empezamos bien pero como no tenía un trabajo para aportar en el hogar y me di cuenta que le estorbaba para recibir una visita masculina que me dió muy "mala espina", a los pocos meses me echó sin miramientos, lo que siempre pasa: al estar arrimada sin dinero, no hay familia que te aguante.
Octava Mudanza:
Me dirigí a la capital de ese estado llamada Puerto Ordáz, donde una familia con dos hijos adolescentes sacudían ese hogar con música a todo volumen y amiguitos que entraban y salían a toda hora. Me mantenían muy ocupada haciendo comida a toda hora y cuando sus padres llegaban en la noche, ellos recibían sus amistades. No había descanso, no salía de la cocina y tenía que atenderlos hasta altas horas de la noche. La dueña de casa sólo vivía para su vanidad, la ropa de ella tenía que estar lavada y planchada casi enseguida que se la quitaba. Un día me confundí echando cloro en la lavadora donde estaba lavando un pantalón azul que ella adoraba y por esa razón otra vez estuve de " patitas en la calle".
Novena Mudanza:
Ésta ocasión me contrató una señora para que atendiera su hijita de 5 años. Me encantaba cuidarla pero su mamá era demasiado desconfiada. Al regreso de mi salida de fin de semana me sorprendí cuando el marido de ella ya me tenía el sobre de mi liquidación. No entendía nada, pero después me di cuenta que las atenciones de cariño que le daba a la niña ésta señora malinterpretó como actitudes inapropiadas.
Décima Mudanza:
Ésta vez hice las maletas para volver a mi tierra. Por vía terrestre viajé a Quito, la capital de Ecuador a probar suerte y nuevamente llegué al hogar de mis padres. No imaginé que la historia de discusiones y desamor se volverían a repetir. Ya había pasado los 40 años y mi madre me trataba y vigilaba como si fuera una chica adolescente. Entré y salí del apartamento de mis padres más de 6 veces en esa visita, la relación se deterioró más y más y con el paso del tiempo decidí aceptar un trabajo en un bello pueblito de la sierra ecuatoriana llamado Pelileo cerca de la capital, donde me contrataron como Contadora en una emisora de radio. En éste trabajo me daban alojamiento y un sueldo aceptable, pero como nada es perfecto en ésta vida, iba a tener una experiencia muy negativa en mi relación laboral y personal con éstas personas.
Llegué con muchas ilusiones a Pelileo, llevaba una vida de reclusión, no salía nunca y estaba dedicada a mi trabajo. La única persona con quien interactuaba era con el locutor de la emisora, quien no me imaginaba que acostumbraba irse al cierre de la programación y me dejaba bajo llave sin decírmelo.
Una noche me dió un fuerte cólico estomacal, me dirigí a abrir la puerta y buscar una farmacia, pero oh sorpresa! recién en ese momento me vengo a dar cuenta que todas las noches quedaba encerrada. Mi furia no tenía límites, empecé a gritar a mis vecinos para que me auxiliaran, vino la policía y forzó la puerta para que yo pudiera salir, tenía un ataque de claustrofobia - si a mi me encierran me desespero y me pongo histérica - Tratamos de localizar al locutor y no respondía, ya más calmada empecé a maquinar darles una buena lección. Como ese mes aún no me habían pagado tomé las cosas de más valor de la casa y mis maletas para tomar un autobús hacia el Puerto de Guayaquil, no sin antes dejarles un insulto con pintura roja en las paredes blancas de ese lugar. No sé cómo hay personas que maltratan a sus empleados con desconfianza y falsedad.
Onceava Mudanza:
Ésta vez me dió posada una comadre que me recibió con cariño y comprensión. Todos los días salía a buscar trabajo sin éxito y los meses pasaron rápidamente. En esos tiempos tenía comunicación vía Internet con una amiga de la infancia y ella me propone que vaya a trabajar a España donde ella estaba radicada - exactamente en el bello Puerto Español de Barcelona - Me entusiasmé enormemente, ví una salida para mis penurias y necesidades y no lo pensé dos veces, acepté y empecé a hacer maletas para viajar a España.
Doceava a Cincuentava Mudanza:
Mi amiga me consiguió un trabajo de asistenta de una anciana que por cierto tenía muy mal carácter, desde el comienzo mostró discriminación hacia mis raíces, casi todos los españoles creen que todos somos indios y salvajes. Yo nunca me ofendí por las indirectas y gestos de rechazo de cierta gente. Uno como latinoamericano debe estar claro y orgulloso de que por nuestra sangre corren genes de raza negra e indígena.
Después de trabajar duro 12 horas al día y haber pagado con mi sueldo el dinero que ésta gente me envió para el pasaje y los gastos del viaje, me decidí a abandonar ese vil trabajo, donde me engañaron ofreciéndome hacerme un contrato de trabajo que nunca hicieron y además redoblaron mi carga laboral cuando el hijo de la anciana - un tipo prepotente y autoritario - se mudó con ella para mi mala suerte.
En Barcelona permanecí trabajando siempre en el cuidado de ancianos, trabajito infame que me pasaría factura por las repetidas cargas que tenía que soportar y que me desvió dos discos de mi columna y hoy por hoy sigo padeciendo de fuertes dolores sin esperanza de mejorarme sino empeorarme porque en este país donde vivo ahora, mi pensión no alcanza para tratamientos médicos.
No voy a enumerar ni detallar las mudanzas en ésta bella ciudad de Barcelona porque fueron demasiadas. Sólo contaré - como buena Contadora que soy - que de la mudanza número 12 hasta la número 50 - son exactamente 38 mudanzas en mis siete años de estadía allí. Si logro recordar alguna que otra mudanza que valga la pena comentarla, les narraré en el siguiente capítulo.
CONTINUARÁ...
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