CUENTO 6. Viajando por el Mar Caribe. Capítulo 1°.

CUENTO 6
VIAJANDO POR EL MAR CARIBE 
CAPÍTULO 1°


Había oído hablar de viajes en cruceros donde éstos tenían piscinas, cine, discotecas y hasta capilla para rezar pero otra cosa muy diferente es vivir 8 días viajando en un crucero así por El Caribe.

Embarqué en el bullicioso puerto de Guayaquil - Ecuador.  El gran barco estaba atracado sobre las aguas del río Guayas, entrañable lugar que me recuerda mi niñéz y adolescencia cuando todos los años íbamos con mi familia a hacer las tradicionales compras navideñas.  La ciudad ecuatoriana más alegre nos recibía con sus grandes tiendas y calles llenas de color y luces.

El crucero era italiano, su nombre Rossini.  Mi primera impresión fue de asombro, nunca había visto un barco tan grande, espacioso y confortable.  Los italianos estaban tan bien organizados que  hasta para dirigir a los pasajeros a los camarotes contábamos con guías que hablaban nuestro idioma, además los programas de las actividades recreativas y el menú diario con los horarios del desayuno, almuerzo y cena venían detallados en pequeñas tarjetas que entregaban a los turistas en sus camarotes.

El día que tocábamos puerto en otro país avisaban con anticipación la hora de desembarque, el tiempo que duraríamos allí y la hora de regreso al barco.  

Saliendo de Guayaquil, navegaríamos hacia tierras colombianas y conoceríamos Cartagena de Indias, continuaríamos hacia Panamá para bajar en el Puerto de Colón de Panamá, seguiríamos hacia Curazao, vistosa isla neerlandesa perteneciente a los países bajos y por último arribaríamos al  Puerto de La Guaira en Venezuela, mi segunda Patria.

Primer día de viaje: Al anochecer dejamos Guayaquil rumbo a Cartagena,  nos despedimos de esta populosa ciudad con su malecón, su estero salado, su Cerro Santa Ana que podemos subirlo por las gradas que nos ayudan a llegar a la cima, donde encontramos diminutas tiendas que nos ofrecen souvenires típicos ecuatorianos y sus bares y fondas donde se hace culto a beber cerveza por su clima candente y el famoso encebollado que aún degusto en mi recuerdo.

Los movimientos del barco ondeantes y saltarines nos enrrumban hacia el profundo Océano Pacífico -de ahí viene el famoso apelativo de "Perla del Pacifico" con el que bautizaron a Guayaquil- Ya se acercaba la hora de la cena y para anunciarlo tenían una sirena bulliciosa. Salimos de nuestros camarotes y el espectáculo gastronómico que estaba ante mis ojos era abundante y apetitoso.  Habían largas mesas tipo bufete con bandejas de comidas italianas cada una mejor que otra.  El vino corría como agua y en cada mesa había una botella y si se consumían antes de terminar la comida la reponían nuevamente.

Después del festín salimos a cubierta a caminar y deleitarnos con la noche estrellada.  La música sonaba en las discotecas y los bares abiertos invitaban a una larga velada nocturna.

Segundo día de viaje:  Era aún temprano cuando anunciaron que el desayuno estaba servido. Después nos encaminamos a buscar la piscina donde el vaivén de las olas también las sientes allí dentro.  Otras personas se entretenían haciendo deporte, leyendo en tumbonas cómodas situadas en los pasillos del crucero, la gente iba y venía y nos preparábamos a arribar a Cartagena, era pasado el mediodía y el sol estaba en su cenit. Ya nos habían prevenido que sólo permaneceríamos 4 horas en esta caribeña ciudad llena de historia, con su Fuerte ancestral del tiempo de la Colonia.  De piedra maciza protegía sus dominios de piratas y bucaneros que llegaban a sus orillas, en tiempos remotos.

Recorrimos la ciudad alegre y cumbiambera típica colombiana donde hacer compras y deleitarse con una buena bandeja paisa y una cerveza nos alegraba el alma de contento. Regresamos al barco a la hora indicada, todos veníamos con las manos cargadas de compras y recuerdos.

CONTINUARÁ...


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