CUENTO 4. Recuerdos de México lindo y querido. Capítulo 2°.
CUENTO 4
RECUERDOS DE MÉXICO LINDO Y QUERIDO
CAPÍTULO 2°
Ciudad de México, Distrito Federal Mexicano o simplemente la capital mexicana la conocí con mi guía personal enamorado. Una enorme ciudad que en ese entonces contaba con 11 millones de habitantes sólo en su Capital. Me llevó a conocer las misteriosas Pirámides de Teotihuacán, imponentes en ese terreno deshabitado, cerca de la gran ciudad cosmopolita de ese entonces. Me había vestido como si iba a subir sólo unas gradas pero cuando ví los incontables escalones de esta enorme estructura supe que mis pantalones de imitación cuero no aguantarían el ascenso difícil y agotador de esta enorme pirámide de piedra. Al subir 50 escalones sentí la rasgadura donde quedó un gran hueco que me incomodaba seguir subiendo, aún así llegamos a la vasta terraza de la Pirámide.
También me llevó hasta Puebla y Querétaro que estaban cercanos a la Capital. Visitamos también Tula, un pequeño poblado donde vendían máscaras de piedra talladas con detalles puros de la artesanía azteca. Compré muchos para llevar de recuerdo a mis familiares pero después me arrepentiría por el alto costo del exceso de equipaje que gentilmente ellos me pagaron y las roturas de algunos de ellos por embalaje defectuoso.
Los días fueron pasando velozmente y nos estábamos enamorando pero no sabía cuánto hasta el día que me aventuré sola para conocer el famoso Parque de Chapultepec y su legendaria Laguna de Xochimilco donde ocurrió un rescate digno de una película de charros mexicanos.
El Parque de Chapultepec tiene hasta un Castillo dentro de su vasta área; y por supuesto, un sitio reservado para escuchar a los mariachis. Cuando paseaba por la Laguna de Xochimilco observando las vistosas "trajineras" -barcas con nombre incluido- conocí a un caballero muy elegante ya entrado en años que me había estado observando. Respetuosamente se presentó y me invitó a pasear por la Laguna escuchando a los mariachis. Como buen mexicano me sirvió de guía dentro del Parque hasta llegar al sitio más musical y alegre: La Plaza Garibaldi. Alberga en su enorme Complejo Turístico a Grupos de Mariachis, quienes complacen con sus canciones los gustos más exigentes, la gente escogía el grupo para terminar la fiesta dentro de las cantinas donde servían el famoso tequila de mezcal. Entramos en la cantina más antigua llamada El Salón Tenampa, donde los mariachis y las canciones eran una explosión de rancheras y corridos mexicanos.
Mi guía improvisado muy atento conmigo pidió unas copas mientras los mariachis nos complacían las canciones que solicitábamos. De repente veo que entra mi mexicano enamorado y empieza a discutir con este señor, la discusión se acalora con golpes y sillas volando por el lugar. Los celos de mi amado lo llevaron directamente adonde yo estaba para rescatarme de este caballero que asombrado veía cómo me sacaba de allí sin darle siquiera la oportunidad de besarme, aunque mi osado pretendiente sí lo hizo ese mismo día por primera vez.
Mi guía improvisado muy atento conmigo pidió unas copas mientras los mariachis nos complacían las canciones que solicitábamos. De repente veo que entra mi mexicano enamorado y empieza a discutir con este señor, la discusión se acalora con golpes y sillas volando por el lugar. Los celos de mi amado lo llevaron directamente adonde yo estaba para rescatarme de este caballero que asombrado veía cómo me sacaba de allí sin darle siquiera la oportunidad de besarme, aunque mi osado pretendiente sí lo hizo ese mismo día por primera vez.
Es increíble que él me encontrara en un sitio donde hay tantas cantinas y tanta gente, pero el amor hace cometer locuras insospechadas y tiene su propio radar emocional. El romance se estaba tornando serio y mi viaje llegaba a su final.
Decidí viajar a Taxco y aprovechar los últimos días que me quedaban para conocer este poblado con minerías de plata. Hasta allá me siguió mi tenáz enamorado, pero no pudo seguirme a Acapulco ya que era muy alejado de la capital. Me imagino la carga de celos que tenía cuando me vió partir. Me divertí conociendo este idílico paraíso que soñaba verlo en persona, sabía de su fama por las películas que había visto, y estaba disfrutandolo en sus bellas playas, hoteles suntuosos y paseos en lancha por la bahía observando los saltos arriesgados de los osados muchachos desde los altos acantilados.
Regresé pensando que su compañía me hizo falta porque también estaba enamorada y Acapulco es el lugar ideal por excelencia para un apasionado romance.
CONTINUARÁ...
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